sábado, 18 de mayo de 2013

Movimiento retrogrado de Marte ¿Prueba de qué…?

 Se llama movimiento retrogrado de un planeta a la peculiar “vuelta hacia atrás y luego adelante que realiza un planeta en su trayectoria aparente tal como la vemos desde nuestra posición en la Tierra.



 Hasta hace poco tiempo, el movimiento retrogrado de los planetas, el de Marte en particular, era considerado en libros y páginas web como una prueba del Heliocentrismo. Últimamente parece que se está abandonando esta convicción, supongo yo que será ante la proliferación de gráficos y animaciones desde la perspectiva del modelo de Tycho modificado que clarifican adecuadamente este torpe error.  Para los que todavía me escriben preguntándome por este fenómeno les he preparado esta secuencia de imágenes que creo que son suficientemente esclarecedoras. Primeramente desde la perspectiva heliocéntrica, la Tierra presuntamente se movería por su órbita y Marte por la suya. Observando Marte frente al fondo de estrellas lejanas, en ciertos momentos se le ve trazar ese doble cambio en forma de ‘S’, que trasladado al plano serían epiciclos completos.
 

 

 

Habitualmente los libros y webs añadían después una crítica sobre cómo al modelo geocéntrico (de Aristóteles) le resulta imposible explicar este fenómeno. Lo que evitaban era hacer las modificaciones oportunas al modelo geocéntrico para que en éste sí muestre movimientos retrogrados.  Observemos el fenómeno desde la perspectiva del modelo de Tycho Brahe modificado, con la Tierra absolutamente fija.
 
 

 
 
 
Si comparamos las dos ‘animaciones’ apreciamos que la configuración posicional de los tres astros (S, T, M) es idéntica en ambos modelos.  Y como ya comentamos en la anterior entrada, al no estar pintadas las órbitas en el firmamento -algunos se asombrarán por ello :-)-,  los dos modelos se presentan indistinguibles observacionalmente.  Quizás esto haga meditar a algunos críticos que pretenden rechazar al geocentrismo con razonamientos del tipo “El movimiento de la Tierra, o del sol, ya lo habrán visto los astrónomos desde sus telescopios, o los astronautas desde su Estación Espacial, o la habrán fotografiado los sondas espaciales en sus viajes,…”.  Por supuesto que sí, pero de esas observaciones desnudas no se puede inferir ninguna prueba determinante de uno de los dos modelos en disputa.

¿Quiere esto decir que sería lícito defender un universo acéntrico?, o sea, el universo desprovisto de centro (c.d.g) tal como lo supone la Relatividad Especial o el Heliocentrismo Creacionista. No. Principalmente porque eso conlleva algo tan grotesco como el panteísmo, la infinitud del universo. Y es que el universo, que no es una divinidad,  debe considerarse necesariamente finito, ya que ninguna criatura puede ser infinita. Como ejemplo de esta verdad veamos algunos argumentos basados en las Escrituras:

  -  El universo tuvo un comienzo en el tiempo, fue creado (Gen 1-2; Col 1,16).
  -  Fue creado con limitaciones. El universo no es una divinidad.  Dios lo sobrepasa ampliamente ( I Re 8,27).
  -  Sólo Dios es Infinito y Eterno (Gen 21,33).
  -  Toda criatura, en contraste con Dios creador de todo, es finita y limitada en el tiempo (Sal 90,2).
  -  Los cielos (el universo entero) y la tierra tienen fecha de caducidad. Dios los renovará por completo en su momento (Isa 65, 17; II Pe 3,10-13; Ap 21,1).


Pero para los que buscan pruebas físicas imperiosas ¿qué deberían hacer?. Probablemente apoyarse en un elemento adicional al del conjunto total de astros lumínicos. Ya que no es posible inferir algo del solo conjunto de astros y sus juegos de luces y sombras, ¿por qué no introducir el éter, que es el tablero por donde se mueven las fichas?.