viernes, 4 de febrero de 2011

Galileo y la caída del orden científico

Haciendo equilibrios sobre el Abismo

Para defender su escandalosa hipótesis  heliocéntrica, Galileo utilizó a su favor el pasaje de Josué mandando detenerse al sol en Gabaón (Jos 10,12-14).  Llegó a decir que sólo en el sistema heliocéntrico es posible el alargamiento del día. No obstante, la narración bíblica es clara:  Y el sol y la luna se detuvieron…” (Jos 10,13). La afirmación es muy precisa ya que menciona, no sólo la detención del sol, sino la de la luna, que cumple la función de marcador referente, como un reloj parado indicando que se ha detenido el tiempo astronómico. La teóloga católica Paula Haigh afirma: «Quien mantiene que un error es posible en un pasaje auténtico de las Sagradas Escrituras está pervirtiendo la noción católica de inspiración, o bien está haciendo a Dios el responsable de ese error».  Ningún cristiano del siglo XVII hubiera osado afirmar que la Biblia errase en alguno de sus versículos, pero Galileo utilizó un ardid para aproximar la exégesis bíblica a su heliocentrismo, soportando artificiosamente que la Biblia está compuesta de dos clases de versículos: a) los que hablan de aspectos de la naturaleza, y b) los que hablan de cualquier otro asunto.  Y ahora Galileo afirma que los versículos de la clase (b) no pueden errar pues han sido dictados del Espíritu Santo, pero sí pueden errar los de la clase (a) pues están subordinados a otro libro divino específico, el de la Naturaleza del mundo.
Dice Galileo en “Carta a Castelli”1:


La Sagrada Escritura es necesaria en muchas ocasiones, pero pueden presentarse diversas interpretaciones dependiendo del significado aparente de las palabras. A mí me parece, que en cuanto a las disputas sobre aspectos físicos, aquélla debería desplazarse al último lugar, puesto que (tales cuestiones) proceden igualmente de la palabra divina, de la Sagrada Escritura y de la Naturaleza, aquélla como dictada por el Espíritu Santo, y ésta como la ejecución obediente de las ordenes de Dios.
Con estas palabras, Galileo intentaba poner al mismo nivel la Sagrada Escritura y las Ciencias Naturales (como procedentes ambas de Dios), y Galileo dice, que en caso de disputa habría que relegar la Sagrada Escritura al último lugar. Evidentemente este es un paso previo a la ruptura Teología-Ciencia, que se daría luego con el Neopositivismo, al asumir que los campos de actuación de las Ciencias Naturales y de la Teología son absolutamente diferentes, y en caso de disputa sólo hay que escuchar las afirmaciones de la primera.
Pero además el dogma del galileismo nos ha traído otro desequilibrio, la destrucción total del orden jerárquico de las ciencias establecido desde la edad media. En la cúspide de la pirámide de las ciencias siempre estuvo situada la Teología, como la Reina de las Ciencias, teniendo a la Filosofía como su principal sirviente. El resto de ciencias inferiores deben servir a la ciencia capital al igual que las criaturas deben servir a Dios.



Respecto a las ciencias, Santo Tomás de Aquino dice que una es superior a otra según la certeza que contiene, o según la dignidad de la materia que trata, en ambos aspectos, la doctrina sagrada está por encima de las otras ciencias. Con respecto a la certeza de las ciencias especulativas, fundada en la razón natural, que puede equivocarse, contrapone la certeza que se funda en la luz de la ciencia divina, que no puede fallar. Con respecto a la dignidad de la materia, porque la doctrina sagrada trata principalmente de algo que por su sublimidad sobrepasa la razón humana. Las otras ciencias sólo consideran lo que está sometido a la razón. De entre las ciencias prácticas es más digna la que se orienta a un fin más alto, como lo militar a lo civil, puesto que el bien del ejército tiene por fin el bien del pueblo. El fin de la doctrina sagrada como ciencia práctica es la felicidad eterna que es el fin último al que se orientan todos los objetivos de las ciencias prácticas. La teología tiene algo de ciencia especulativa y algo de ciencia práctica, bajo cualquier aspecto la doctrina sagrada es superior a las otras ciencias. (S.T. Ia, C.1 A.5)
El hecho de que algunas –o incluso muchísimas- personas duden de los artículos de fe no se debe a la naturaleza incierta de las verdades sino a la debilidad del intelecto humano.A la teología le incumbe el terreno de las otras ciencias porque es cierto que hay una armonía de verdades, y en base a ello las ciencias naturales han sido permitidas por Dios para que sirvan de viaductos hacia el supremo conocimiento de Él, que nos llega de la Fe y de la Teología. Es esta Ciencia Sagrada la que tiene la última palabra y puede reprobar cuantas afirmaciones de las ciencias naturales vayan contra las verdades proclamada por ella. Y no al contrario, como mantuvo Galileo.
“Nada impide que lo que por su naturaleza es cierto, a nosotros, por la debilidad de nuestro entendimiento, no nos lo parezca tanto .... De ahí que la duda que en algunos se da con respecto a los artículos de fe no tiene su origen en la incertidumbre del contenido, sino en la debilidad del entendimiento humano. No obstante, lo poco que se puede saber de las cosas sublimes es preferible a lo mucho y cierto que podemos saber de las cosas inferiores…” (S.T. Ia, C.1 A.5 ad.2) . “La teología no necesita de la filosofía y de las otras ciencias, pero hace uso de ellas con el fin de hacer más claras sus propias enseñanzas” (S.T. Ia, C.1 A.5 ad.2).
 A la teología le incumbe el terreno de las otras ciencias porque es cierto que hay una armonía de verdades, y en base a ello las ciencias naturales han sido permitidas por Dios para que sirvan de viaductos hacia el supremo conocimiento de Él, que nos llega de la Fe y de la Teología. Es esta Ciencia Sagrada la que tiene la última palabra y puede reprobar cuantas afirmaciones de las ciencias naturales vayan contra las verdades proclamada por ella. Y no al contrario, como mantuvo Galileo.
Sto Tomás lo dice así:

La rebelión galileana comenzó cuando se destronó la suprema sabiduría para colocar en tal lugar de honor a ciencias naturales. Galileo debería ser conocido como el primer tecnócrata, aquél dedicado exclusivamente a realizar trabajo útil y utensilios. Ya que la ciencia moderna ha eliminado a Dios de sus principios, ha derrocado el principio de su orden establecido, y por eso se ha autoexcluido de Dios, que es la auténtica fuente de sabiduría.
La teología es, entre todas las sabidurías humanas, la sabiduría en grado sumo, y no sólo en un sentido especial, sino único y total. Le corresponde al sabio dirigir y juzgar; y su juicio lo hace teniendo como punto de referencia la causa más alta de todo lo inferior. Se llama sabio a aquel que tiene presente la causa más alta de cada cosa concreta. Por ejemplo, el trabajador que prepara los planos de un edificio es llamado sabio y arquitecto respecto a los trabajadores que labran la madera o pulen la piedra... Así, pues, aquel que tenga como punto de referencia la causa suprema de todo el universo será llamado sabio en grado sumo. Lo propio de la teología es referirse a Dios como causa suprema…de donde se deduce que ella es sabiduría en grado sumo. (S.T. Ia, C.1 A.6).



La teología no toma sus principios de ninguna otra ciencia humana, sino de la ciencia divina, la cual, como sabiduría en grado sumo, regula todo nuestro entender. (S.T. Ia, C.1 A.6 ad.1).
Los principios de las otras ciencias o son evidentes y no necesitan ser demostrados; o lo son en alguna otra ciencia y son demostrados por un proceso mental natural. El conocimiento propio que se tiene en la ciencia sagrada lo da la revelación, no la razón natural. De ahí que no le corresponda probar los principios de las otras ciencias, sino sólo juzgarlos. Así, condena por falso todo lo que en las otras ciencias resulta incompatible con su verdad. . (S.T. Ia, C.1 A.6 ad.2).




NOTAS:




[1] En 1613, en el trascurso de un banquete, un pupilo de Galileo, el joven monje y profesor de Matemáticas de la Universidad de Pisa, Fr. Benedetto Castelli, estuvo envuelto en una discusión con la Gran Duquesa Cristina de Lorraine. La Duquesa, apoyada por un profesor de filosofía, se oponía a la teoría de Copérnico –defendida por Fr. Castelli– porque era contraria a la Sagrada Escritura. Fr Castelli a duras penas pudo contestar a la duquesa y al filósofo, y entonces solicitó ayuda a su maestro, Galileo, quien posteriormente escribió una larga y elaborada carta, la llamada “Carta a Castelli”, en la que expresaba su opinión personal sobre las relaciones entre la ciencia y la religión.


* Para leer más:


- Santo Tomás de Aquino. “Suma Teológica Ia”.
- Paula Haigh. “Galileo’s Hersy”. http://ldolphin.org/geocentricity/Haigh2.pdf









2 comentarios:

  1. Yo sigo preguntándome por qué hablar de heliocenrismo, si esa idea se conoce ya que es errónea y caduca... ¡que el sistema solar se mueve, señores!
    Y... creo que a veces no sabéis diferenciar entre metáforas y verdadera historia.

    Primero: La cita JOS 10:13 ¿cuándo se escribió? te recuerdo que fue escrito por hombres, que tenían los conocimientos (y las creencias) que tenían. Ellos creían que la tierra no se movía, así que era ilógico para sus primitivas mentes (en sentido de conocimientos acerca de la realidad) decir "y la tierra se detuvo".

    ¿Ciencia sagrada? ¿Sigue el método científico? ¿Tiene falsabilidad?... Ni siquiera puede ser considerada como subciencia o ciencia subalterna... ejem ejem... es, en mi humilde opinión, un insulto para la palabra "ciencia".

    "Es esta Ciencia Sagrada la que tiene la última palabra y puede reprobar cuantas afirmaciones de las ciencias naturales vayan contra las verdades proclamada por ella. Y no al contrario, como mantuvo Galileo"

    ¿Por qué? ¿Qué le da autoridad a hacerlo? ¿Es que la tierra tiene que ser plana si la "ciencia" sagrada dice que lo es? Mira... si existe un hecho, ese hecho existe. Es más de lo que se puede decir de una entidad de existencia indemostrable.

    Basar una "ciencia" en las palabras de un libro escrito por gente hace mucho tiempo, es lo mismo que basar una "ciencia" en las palabras de un libro escrito hace poco tiempo, sólo que con más tiempo de por medio. Voy a crear la Taumología, la Ciencia de la Magia, basándome en las Santas Escrituras de Harry Potter, que sacrificó su vida para librarnos del Malvado-Que-Nunca-Debe-Ser-Nombrado, y resucitó.

    Basar una ciencia en una creencia es como si un supersticioso triscaidecafóbico creara una ciencia para explicar por qué es malo ver un gato negro o pasar por debajo de una escalera, e hiciera su tesis doctoral en supersticiología sobre el número que no debe ser nombrado, que va entre el 12 y el 14.

    Una ciencia no se basa en una creencia. Se basa en HECHOS.

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  2. JuanC,

    En primer lugar, me gustaría agradecerle el haber publicado todos los comentarios, e incluso haber contestado algunos. Sé que discrepo de la línea oficial del blog, pero ha tenido la amabilidad de soportarme durante un cierto tiempo. Se lo agradezco.

    No es mi objetivo hacerles cambiar de creencias, lo que podría llevar a que me considerasen un troll. Nada más lejos de mi intención. Mi objetivo no ha sido meramente el de discrepar, aunque lo haya hecho, sino que era el que quería comprender los motivos que llevaban a que personas formadas creyeran en estas cosas en pleno siglo XXI, y fundamentalmente ver los motivos que tenían para ello.

    Me he formado ya mi opinión, por lo que dejaré de visitarles, y de molestarles. En definitiva, he contemplado lo que tienen, y es: NADA. En definitiva, Vds simplemente se basan en una serie de interpretaciones erróneas de los fundamentos de la Física, y en una confianza ciega y acrítica en unos textos que se remontan a los conocimientos de una tribu seminómada que existió en el creciente fértil durante la Edad del Bronce. Por supuesto, esta es mí opinión que no tiene por qué ser compartida, y que estoy seguro que no lo será por Vds.

    No soy quien para decirles lo que deben o no creer. Vds son muy libres de ello. Ahora bien, sus fundamentos científicos entiendo que son nulos. Y ya que he visto que debatían en otro hilo sobre la posibilidad de presentar sus creencias en foros universitarios, también espero que comprendan que, siendo consecuente con dicha opinión que me he formado, si intentan hacerlo en la que presto mis servicios, deberé oponerme a ello.

    Como despedida me gustaría recomendarles que lean el libro “Reglas y consejos sobre la investigación científica”, de Don Santiago Ramón y Cajal, el único Premio Nobel español que lo logró trabajando en España, y prologado por Don Severo Ochoa, Premio Nobel español también, si bien lo obtuvo en los Estados Unidos. Dicho libro está en estos momentos en una oferta de Planeta de Agostini, en los kioscos, y debería ser lectura obligada para todo aquél que quiera entender el concepto de investigación científica.

    Quizá aprendieran algo de tan grandes hombres, y en particular, que los grandes científicos que lograron grandes objetivos, lo hicieron, como muy bien dijera Isaac Newton, porque cabalgaron sobre hombros de gigantes. Si pretenden que, sobre sus simples piernas alzándose de puntillas, y despreciando los logros de sus antecesores, pueden contemplar mucho más lejos que aquellos, me deberán perdonar de nuevo si considero que esto es, simplemente, un acto de prepotencia.

    Por lo demás, ha sido un placer.

    Alf de Melmac

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