viernes, 6 de mayo de 2011

Manipulación del caso Galileo

  Carl Sagan incansable propagador de los logros de Galileo, así como detractor de la santidad de la Iglesia.

Es una gran desgracia que hoy una mayoría de católicos piense que la Iglesia se equivocó al condenar a Galileo. Apresurémonos a aclarar que la Iglesia no se equivocó, por el contrario un intenso movimiento de propagadores de la mentira han estado manipulando la historia de este caso.
Los que piensan en la ‘equivocación’ se han dejado engañar por los enemigos de Cristo, los cuales trabajan incansablemente por derruir la Iglesia minando sus dogmas para sustituirlos por sucedáneos. Realmente el Santo Oficio tuvo la necesidad de condenar a Galileo por herejía y por enseñar doctrinas erróneas. Y la condena fue justa y absolutamente coherente con su misión de guardar la integridad de la Fe Católica.

Galileo tuvo que enfrentarse al tribunal del Santo Oficio en dos ocasiones. La primera en 1616, cuando había publicado un libro analizando las manchas solares, entonces el Santo oficio condenó las dos siguientes afirmaciones suyas:

I. El sol es el centro del cosmos (del mundo) y permanece completamente inmóvil.

II. La tierra no es el centro del cosmos, no está inmóvil, sino que se mueve en su conjunto alrededor del sol, y también gira sobre sí misma.

La primera afirmación fue declarada absurda en filosofía y formalmente herética, en cuanto que contradice expresamente la doctrina de las Sagradas Escrituras en muchos pasajes, tanto en su significado literal como la interpretación general de los Padres y Doctores. En cuanto a la segunda afirmación, la sentencia dice que merece la misma censura en filosofía, y que desde el punto de vista teológico, es al menos errónea en la fe. Galileo fue amonestado, y conminado a no enseñar, ni escribir, ni defender tales heréticas e incorrectas doctrinas. Sin embargo, en 1632, Galileo publicó fraudulentamente Dialogo sobre los dos Sistemas de Mundo, en el que con todo descaro, e incluso, con auténtico dogmatismo, defendía el sistema de Copérnico y ridiculizaba el sistema geocéntrico tradicional. Eso le supondría en 1633 el segundo proceso ante el Santo Oficio. Como se desprende de este escrito, así como de la famosa carta a la Gran Duquesa Cristina, Galileo dudaba de la inerrancia de las Escrituras, en concreto pretendía –contradiciendo directamente la sesión IV del Concilio de Trento- que aunque en materias de fe y moral las Escrituras no yerran, sí lo hacen en materia física (‘científica’). Por tanto, el delito de Galileo no solo concernía al campo de la cosmología, sino y sobre todo, al doctrinal. Su error fue dudar de la inerrancia de las Escrituras en materia científica. Con posterioridad al Concilio de Trento, tanto Benedicto XV como León XIII han reafirmado la integridad de las Escrituras en todas sus partes y en todos sus significados, tanto físico como espiritual, tanto natural como sobrenatural.
Afortunadamente Galileo abjuró de sus antiguas depravaciones heréticas con esta solemne fórmula:


"Yo, Galileo Galilei, hijo del difunto Vincenzio Galilei, de Florencia, de setenta años de edad, siendo citado personalmente a juicio y arrodillado ante ustedes, los eminentes y reverendos Cardenales, Inquisidores generales de la República Universal Cristiana contra la depravación herética, teniendo ante mí los Sagrados Evangelios, que toco con mis propias manos, juro que siempre he creído y, con la ayuda de Dios, creeré en lo futuro todos los artículos que la Sagrada Iglesia Católica y Apostólica de Roma sostiene, enseña y predica. Por haber recibido orden de este Santo Oficio de abandonar para siempre la opinión falsa que sostiene que el Sol es el centro inmovible, siendo prohibido el mantener, defender o enseñar de ningún modo dicha falsa doctrina; y puesto que después de habérseme indicado que dicha doctrina es repugnante a la Sagrada Escritura, he escrito y publicado un libro en el que trato de la misma condenada doctrina y aduzco razones con gran fuerza en apoyo de la misma, sin dar ninguna solución; por eso he sido juzgado como sospechoso de herejía; esto es, que yo sostengo y creo que el Sol es el centro del mundo e inmóvil, y que la Tierra no es el centro y es móvil, deseo apartar de las mentes de vuestras eminencias y de todo católico cristiano esta vehemente sospecha, justamente abrigada contra mí; por eso, con un corazón sincero y fe verdadera, yo abjuro, maldigo y detesto los errores y herejías mencionados, y, en general, todo otro error y sectarismo contrario a la Santa Iglesia; y juro que nunca más en el porvenir diré o afirmaré nada, verbalmente o por escrito, que pueda dar lugar a una sospecha similar contra mí; asimismo, si supiese de algún hereje o de alguien sospechoso de herejía, lo denunciaré a este Santo Oficio o al inquisidor y ordinario del lugar en que pueda encontrarme. Juro, además, y prometo que cumpliré y observaré fielmente todas las penitencias que me han sido o me sean impuestas por este Santo Oficio. Pero si sucediese que yo violase algunas de mis promesas dichas, juramentos y protestas (¡que Dios no quiera!), me someto a todas las penas y castigos que han sido decretados y promulgados por los sagrados cánones y otras constituciones generales y particulares contra delincuentes de este tipo. Así, con la ayuda de Dios y de sus sagrados evangelios, que toco con mis manos, yo, el antes nombrado Galileo Galilei, he abjurado, prometido y me he ligado a lo antes dicho; y en testimonio de ello, con mi propia mano he suscrito este presente escrito de mi abjuración, que he recitado palabra por palabra. 

  La sentencia completa que Galileo recibió del Santo Oficio puede leerse en: http://www.euskalnet.net/jcgorost/sentencia.pdf
Con Galileo y el heliocentrismo se había iniciado un ataque directo a un punto fundamental de la fe cristiana, a saber, que las Sagradas Escrituras están divinamente inspiradas y son inerrables en todas sus partes y significados, y que en su interpretación no nos podemos separar del común acuerdo de los Padres de la Iglesia. Por otra parte, este desgraciado asunto sirvió a los enemigos de Cristo para justificar la supuesta separación entre la fe y la ciencia. Para ello tuvieron que basar la ciencia –no la fe católica obviamente- en una falsedad, el heliocentrismo, al que luego le seguirían una sucesión ininterrumpida de otras.

La inédita retractación de Galileo.

El doctor en teología Robert Sungenis, en su obra “Galileo was wrong, the Church was right” destapa una conjura de gran alcance contra la Iglesia. Pues no sólo están distorsionados casi todos los datos históricos sobre este asunto, sino se ha ocultado deliberadamente datos vitales como el siguiente: Galileo se convirtió decididamente al Geocentrismo y repudió de corazón toda interpretación científica contraria a las Sagradas Escrituras. El 29 de Marzo de 1641, Galileo respondió a una carta que había recibido de su colega Francesco Rinuccini (fechada el 23 de ese mes) contando entusiasmadamente el presunto hallazgo1, por el astrónomo Giovanni Pieroni, del paralaje de una estrella, lo cual era considerado erróneamente como una prueba indiscutible del heliocentrismo. Galileo le escribió una contundente respuesta que probablemente dejaría helado a Rinuccini:
 La falsedad del Sistema de Copérnico no debería ser cuestionada por nadie, y menos, por los Católicos, pues nosotros tenemos la indiscutible autoridad de la Sagrada Escritura, interpretada por los más eruditos teólogos, cuyo consenso nos da certeza en lo relativo a la inmovilidad de la Tierra. Las conjeturas utilizadas por Copérnico y sus seguidores manteniendo la tesis contraria están todas refutadas suficientemente por el argumento más sólido de la omnipotencia de Dios. Él es capaz de realizar por diferentes caminos, en realidad un número infinito de caminos, cosas que en nuestra opinión y observación, parecen ocurrir en un particular camino.  Nosotros no deberíamos buscar cortar la mano de Dios e insistir atrevidamente en algo más allá de los límites de nuestra competencia.2

Los libros y artículos sobre la vida de Galileo están llenos de sus hazañas, pero casi ninguno cita este pasaje de la retractación de su pasado heliocentrista. Y hay una razón para ello, la carta ha estado oculta al público durante los últimos cuatro siglos. Al fin, en 1909, la retractación de Galileo fue rescatada de la censura para ser unida con el resto de sus cartas, sin embargo, ésta tiene una característica que la distingue del resto, “la firma ‘Galileo Galilei’ ha sido intencionadamente raspada con la intención de hacerla ilegible”3. Como se desprende del texto de esta retractación, sus palabras aparecen directas y firmes, como quien está absolutamente seguro de lo que afirma. Lejos de ser un héroe de la moderna cosmología heliocentrica, Galileo, muy poco antes de su muerte, se había convertido en su más firme adversario, un hecho que la historia de la ciencia ha pretendido ocultar por razones ideológicas.


NOTAS:


1. El hallazgo de Pieroni no era correcto, pues los telescopios de la época eran incapaces de detectar la separación necesaria para medir un paralaje estelar. No fue tecnológicamente posible hasta 1840, cuando Bessel presuntamente pudo detectarla, aún así todavía éste es hoy discutido.
2. Le Opere Di Galileo Galilei, 1968, vol. 18, p. 316.
3. Le Opere Di Galileo Galilei, 1968, vol. 18, p. 316. Nota al pie nº 2.G


8 comentarios:

  1. También hay que tener en cuenta que por aquel entonces la ICAR disponía de jurisdicción propia, y de funciones propias del Estado como p. ej. la censura de libros. De ahí la especial resonancia de un proceso como éste.

    Actualmente la ICAR, como cualquier otro sujeto distinto del Estado, carece del poder jurisdiccional (exceptuando la limitadísima jurisdicción canónica, que sólo tiene eficacia por concesión estatal previo acuerdo internacional), por lo que una sentencia así es hoy día imposible, salvo en el Estado Vaticano y respecto de los ciudadanos del mismo.

    Por lo demás, no entiendo por qué la ICAR amonestó a Galileo y al Padre Lemaitre le concedió cargos, honores y distinciones.

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  2. Palique,
    Aquí habría que hacer un análisis muy pormenorizado de los detalles del “Imprimatur del Canónigo G. Settele” de 1832. Los datos parciales que cuenta la historia es que el Papa Pío VII concedió en 1832 el Imprimatur al libro del astrónomo Settele, “Elementos de Astronomía”, que mantenía que la Tierra se movía en torno al sol, y por lo que anteriormente había sido puesto en el Índice de libros prohibidos. Settele apeló a Pío VII y éste le concedió el Imprimatur. Este hecho puntual supuso algo así como la confirmación oficial del Heliocentrismo en la ICAR. Muchos teólogos, analistas, etc. piensan hoy que realmente fue así. En el discurso de Juan Pablo II del 31 de Octubre 1992, sobre las conclusiones de la PAS en el estudio del caso Galileo, tanto JP II como el cardenal Poupard reafirman el Heliocentrismo en razón de este Imprimatur de 1832.
    ¿Pero qué sucedió en realidad con este imprimatur?. Uno de los mayores fraudes de la Historia. Entre 1809-1814, Pío VII había estado encarcelado en Florencia por el ejército de Napoleón. El Vaticano había quedado en poder de Napoleón, quien confiscó todos los documentos relacionados con el proceso de Galileo y los llevó a Francia (no volverían al Vaticano hasta 1843). En el periodo 1820-1835 Pío VII se vió obligado a tomar cruciales decisiones sobre el caso Galileo, entre ellas ese imprimatur del libro de Settele, ¡¡en ausencia de los documentos fundamentales de la Iglesia del periodo 1616-1633!!. Además no fue posible esperar a recuperar los documentos, pues los periódicos de Alemania, Francia … estuvieron presionando contra “la censura” al libro de Settele. Con este fraude en mente, es bastante comprensible que jesuitas como Lemaitre, Tehilhard, etc. que nacieron a finales del siglo XIX, estaban científicamente descolocados sobre las verdades de la ciencia, pues la Iglesia entera había sido sometida a los engaños científicos que todavía hoy prevalecen.

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  3. Señor Juan Carlos, mi opinión está en que si que se equivocaron al juzgar a Galileo porque el modelo heliocéntrico que presentaba no es contradictorio con la Biblia. La Biblia creo que no se tiene que interpretar al pie de la letra porque no es "un libro de ciéncia" sinó que se trata de unas normas para seguir el camino de la salvación. Además hoy en dia está completamente demostrada la teoría heliocéntrico y no hay lugar a duda. Creo que la ciencia no es el enemigo de la religión sinó un ayudante para comprender mejor el mundo que hizo dios.

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  4. Bernat
    1. Los protestantes interpretan las Sagradas Escrituras según sus apetencias, pero los católicos no podemos hacerlo así, tenemos que hacerlo de acuerdo a lo que santamente enseña la Iglesia a través del Magisterio, los Doctores, los teólogos reconocidos y el consenso de los Padres de la Iglesia. De ahí que es falso eso de que: “la Biblia no se tiene que interpretar literalmente porque no es un libro de ciencia …”. Tal afirmación pertenece al liberalismo protestante y no a la enseñanza de la Iglesia, que en cambio enseña que en los pasajes de las Escrituras se puede encontrar cuatro sentidos: el sentido literal, el sentido alegórico, el sentido moral y el sentido anagógico. El Catecismo desarrolla este tema del número 115 al 119.
    2. Es falso (es un engaño monstruoso y diabólico) afirmar que “la teoría heliocéntrica está completamente demostrada”. El engaño ya está expandido por todos los ámbitos de nuestra cultura. Ahora los que no entienden mucho de física se lo creen; y la mayoría de los que sí entienden de física ciertamente sí saben del engaño, pero se callan.
    3. La ciencia verdadera no es enemiga de la religión, pero sí lo es la ciencia falsa (tal como el heliocentrismo y la evolución de Darwin).

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  5. Señor Juan. Le contestaré por pasos tal y como usted ha hecho antes.
    1 Dice que los protestantes pueden interpretar las escrituras según les apetezca, pues conozco a protestantes que no creen en la teoría de la evolución Darwiniana ni en la teoría heliocéntrica (como usted). Y ¿Como es capaz de decir que "los católicos no podemos hacerlo así"? ¿No son los católicos libres de pensar y de hacer una interpretación propia de las escrituras? Eso no lo acabo de entender, pero yo no soy muy erudito en teología y en ese campo no puedo especificar tanto como usted.
    2Supongo que usted debe de ser un investigador que conoce muy bien el universo, porque para negar la teoría heliocéntrica y además comentar que la mayoría de científicos no la creen, es verdaderamente una tontería (sin ganas de ofender). No entiendo porqué su dogmatismo religioso le hace pensar tales ideas.
    3Si el heliocentrismo y la teoría de la evolución Darwiniana son ciencia falsa, dime cual es la ciencia verdadera. La física y la astronomía moderna se basan en la teoría heliocéntrica (según usted la física puede ser ciencia verdadera); la botánica y la biología moderna en general también se basa en la evolución Darwiniana. ¿Cuál es la ciencia verdadera?
    4 Por último me gustaría que reflexionara si es necesario creer tan dogmáticamente en las Escrituras que fueron escitas(gran parte de ellas) hace unos 3 mil o 4 mil años por un pueblo seminómada (los judíos). A lo mejor no es preciso negar el progreso de la humanidad. Si quiere negar este progreso lo puede hacer pero se va ha quedar con la ciencia de hace cinco siglos. Si quiere volver en la ciencia de la edad media también lo puede hacer pero no intente negar este progreso con supuestas pruebas científicas (me refiero a otras paginas referentes a la teoría geocéntrica.

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  6. Bernat,

    1. Los textos bíblicos están inspirados por Dios, pero deben ser interpretados dentro de la Iglesia Católica, a quien le han sido entregados. Recordemos algunos textos del Magisterio:
    - “Las Sagradas Escrituras son textos escritos bajo la inspiración del Espíritu Santo porque tienen a Dios como autor y como tales han sido entregados a la Iglesia” (Concilio de Trento, Dei Filium).
    - “El comienzo del mundo incluyó la creación de todas las cosas, la creación de Adán y Eva y la Caída” (Papa Inocencio III; Papa Pío IX en Ineffabilis Deus).
    - “En la Biblia se entienden varios sentidos, pero el sentido literal obvio debe ser mantenido a menos que se demuestre que éste es imposible o insostenible” (León XIII, Providentissimus Deus).
    - “Ningún católico debe dudar de cuán falsas son las filosofías que contemplan la vida como una continua evolución”. (Pío XII, Humani Generis).
    2. Hoy en día muchas personas –incluso entre los católicos- dudan de la realidad del punto 1, todos ellos deberías reflexionar en el siguiente caso real: Poco después del Concilio Vaticano I de 1870, en el que se definió la infalibilidad del Papa, y a consecuencia del gran debate surgido por esa causa, un reverendo anglicano inglés, P. William Roberts, que erróneamente creía que el heliocentrismo había sido probado científicamente, realizó un laborioso trabajo recopilando los antiguos decretos de la Iglesia de Roma contra el heliocentrismo. Su objetivo era probar que los papas habían caído en el error cuando hablaban “ex cathedra”, paradójicamente su trabajo probando que los decretos papales habían mantenido invariable la condena del heliocentrismo, a pesar de todo tipo de presión externa e incluso interna, es hoy día considerada por algunos como una excelente prueba de la infalibilidad papal, y ha supuesto para algunos protestantes geocentristas el motivo principal de su conversión a la Iglesia Católica de Roma. El trabajo de Rev. William Roberts puede leerse en: http://www.alcazar.net/pont_decr1.pdf

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  7. Bueno, por suerte al final, Galileo se arrepintió de su error.
    Juan C, le comenté también en su otro blog; lo sigo en este. ¡Arriba el creacionismo! (me parece que lo más fácil de probar es la rotunda falacia del evolucionismo, por la impresionante "evolución del evolucionismo", que cambia a cada rato al ver que sus incoherentes proposiciones no coinciden con la realidad). Saludos desde Uruguay.

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  8. Principe Lord Nicus,
    Bienvenido a este blog, donde podrá comentar cualquier aspecto sobre creacionismo y geocentrismo. Evidentemente aquí defendemos posturas acordes a la Tradición de la Santa Iglesia Católica, lo cual ocasionalmente nos provoca ataques de los enemigos.

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