miércoles, 26 de mayo de 2010

El eclipse de 1919 "prueba" la Relatividad

Eclipse de 1919

Einstein tenía todo en contra para mantener su teoría de Relatividad Especial. Las consecuencias que se desprendían del efecto Sagnac contradecían claramente su principal postulado, la invariancia de la velocidad de la luz. Ya en 1915 tenía completada su Teoría de la Relatividad General[1], en la que había hecho una apuesta arriesgada: la equivalencia entre un sistema acelerado y un campo gravitatorio, lo cual equivalía a que el espacio-tiempo se deformaba ante la presencia de un campo gravitatorio. Todo ello quedaba muy bien en la teoría matemática, pero ahora necesitaba desesperadamente una prueba. Einstein había sugerido que tal prueba podía ser los rayos de la luz curvándose debido a la acción gravitatoria. A pesar de que una desviación en los rayos debida a la gravitación no representaba una prueba concluyente (teorías no relativistas también podían explicarlo[2]). Entonces una oportunidad parecía presentarse con ocasión del próximo eclipse solar del 29 de Mayo de 1919. Al menos eso indujeron a creer al público a medida que se acercaba esa fecha.

viernes, 21 de mayo de 2010

Microevolución, clases, especies

Dios hizo las bestias salvajes de la tierra
según sus especies,
y los animales domésticos,
según sus especies…
(Gen 1,25)

Debemos aclarar el significado preciso en zoología de la palabra ‘especie’, pues de aquí nacen muchas confusiones, incluso a mi me parece que un porcentaje grande de personas honestas ha sido seducido por el evolucionismo al no entender bien este concepto. Los creacionistas, confiando en la inerrancia de la Biblia, mantenemos que Dios creó las plantas y animales de acuerdo a sus ‘clases’ (“mîn”). Así está escrito en el Génesis (Gen 1, 12; 1,25; etc.). San Jerónimo en su traducción de la Vulgata utiliza dos palabras latinas sinónimas, ‘genus-genere’ y ‘species’, para la única hebrea “mîn” que es la utilizada por Moisés en el Génesis. Santo Tomás de Aquino en la Summa utiliza la primera, que en español se acostumbraba a traducir por “genero”, pero modernamente por “especie”. Para un uso científico del término “mîn” se aconseja traducirlo por “clase” (en inglés, ‘kind’ o ‘class’).

La importancia de ello es que ya no tiene el mismo significado “clase” o especie (utilizado por los creacionistas) que “especie” (utilizado por los evolucionistas, que son mayoría). ‘Clase’ es aquello que Dios creó en el Principio, sin embargo, la palabra ‘especie’ se ha ido adulterando desde Darwin, hasta el punto de ya no ser sinónima de ‘clase’. Uno de los argumentos que utilizan los evolucionistas, con ánimo de burlarse de la Biblia, es decir “que en el Arca de Noé difícilmente podrían entrar las millones de especies de animales”.
En la figura 1, vemos un esquema de la morfología de las especies tal como la conciben los evolucionistas. La diversificación tiene la “forma de árbol”. Todas las especies teniendo un ancestro común, el tronco del árbol, del cual van surgiendo las diversas ramificaciones. Para un evolucionista no hay límite al número de especies, éste podría incluso ser infinito. Pero los evolucionistas no sólo tienen su imagen paradigmática de la morfología de las especies (figura 1), sino que también hacen creer a los incautos que el creacionismo defiende el fixismo de las especies, esto es, que cada especie es fija e invariable, con lo cual dan una imagen distorsionada de la creación especial, es la “forma de césped” (figura 2), en la que no aparece ni un solo árbol.
En realidad, esta visión fixista de la creación, fue defendida por el anticristiano Charles Lyell, mentor de Darwin, contradiciendo la taxonomía de Carl Linnaeus que era hasta entonces el paradigma de la ciencia cristiana. El cristianismo siempre ha defendido que las clases no son fijas sino que son fuente de diversas sub-especies, pensemos en las diversas razas de perros, pues por experiencia es bien conocido que hay variantes en la raza canina, según los países, climas, dietas, etc. Incluso, el lobo, el coyote y el chacal pertenecerían a la misma clase canina originaria.

Existe otro término utilizado hoy, “especie biológica”, que significa una población de organismos distintos que pueden cruzarse entre sí para obtener descendencia hibrida fértil pero que no puede hacerlo con otra especie distinta (ver arriba la imagen del ‘cebrasno’[1]) . Esto nos puede dar una idea de lo que representa la “clase originaria”, una naturaleza animal creada llevando en su código genético la diversificación y la especiación en un sentido amplio, de tal manera que la clase estaba sabiamente diseñada para adaptarse a un extensísimo número de entornos y situaciones, del inicio y de los tiempos posteriores. El día 6º terminó la creación de animales, llevando cada animal en sus genes la maquinaria para producir en los sucesivos siglos otros individuos dentro de los amplios márgenes diseñados por el creador.

Se podrían establecer criterios de pertenencia una clase tales como los indicados por el microbiólogo alemán Dr Siegfried Scherer [2]:
1. Dos individuos pertenecen a la misma clase si son capaces de hibridizar.
2. Dos individuos pertenecen a la misma clase si hibridizan con un mismo tercer organismo.


En definitiva, el diagrama de la morfología creacionista es en forma de jardín con árboles (figura 3).

Noé no necesitó llevar a bordo del Arca millones de animales, sino sólo una pareja de cada árbol. La diversificación (especiación) de una clase en subespecies, a través de diversos procesos, incluida la selección natural, es lo que podemos llamar microevolución, la cual no conlleva una ganancia en la información del código genético. Más bien sucede lo contrario, el código genético va perdiendo información con el paso del tiempo, y va degenerando poco a poco.

El término ‘evolucionismo’ principalmente hace referencia a creencias filosóficas. Y desgraciadamente, en los tiempos que vivimos, son mayoría los que defienden irresponsablemente que la evolución en sentido de la figura 1 “es un hecho” (macroevolución), y no porque posean una sola prueba de ello, sino porque no toleran explicaciones contrariando esa cosmovisión. Para algunos fanáticos, el simple reconocimiento de una dimensión creativa en el mundo, les parece cosa anticientífica y digna de ser despreciada y censurada. Ha quedado demostrado que la investigación científica para los presuntos mecanismos de macroevolución es infructuosa, sin embargo, al estar por medio una fe en el “hecho” de la evolución, tan pronto como queda desacreditado científicamente uno de estos mecanismos, ellos se apresuran a sustituirlo por otro, y posteriormente por otro, como en un cuento sin fin. De esta manera algún autor[3] ha definido al evolucionismo como una fe en el “mito de la evolución”.

NOTAS:


1. El cebrasno es un équido hibrido de asno y cebra.
2. Sherer, S., “Basic Types of Life” p. 197. Año 1993.
3. Gerard J. Keane en “Special Creation Rediscovered”. The Kolbe Center for the Study of Creation

domingo, 16 de mayo de 2010

La evolución es científicamente imposible

Cada día hay más personas que saben que la Evolución darwinista es una hipótesis carente de pruebas, sin embargo pocos todavía conocen que la evolución en realidad es científicamente imposible en el mundo real. Científicamente imposible es una categoría de un grado muy superior a “hipótesis no probada” para describirla, hasta el punto que ello puede utilizarse en una causa judicial, por ejemplo, para establecer que la evolución es una creencia religiosa.


Durante muchos años una intensa propaganda, por los fundamentalistas ateos, había logrado consolidar entre la opinión de los jóvenes que la evolución se identificaba con la ciencia, y que negarla correspondería al ámbito de la religión. Pero una vez derruido este muro, la evolución queda destapada, y pasa a ocupar la misma categoría que la tierra plana, la generación espontánea y el movimiento perpetuo.

Para saber que la evolución no posee ninguna prueba sólo hay que preguntar a científicos honestos (bioquímicos, paleoantropólogos, zoólogos, geofísicos, médicos, …)[1] ellos responderán. Para demostrar que es científicamente imposible hay que empezar por diseccionarla, y establecer claramente sus postulados para realizar un análisis. La hipótesis de la evolución darwinista se basa en 7 postulados: 1. La evolución es natural; 2. Exenta de un relojero; 3. Sin propósito; 4. Continua; 5. Ascendente; 6. Lenta; 7. Ilimitada.

En Biología se estudia la evolución entendida como los cambios en un ser viviente (evolución de oruga a mariposa, o de renacuajo a rana, etc…) pero es limitada, por lo tanto no es darwinismo. El postulado 7 afirma que los cambios no tienen límite, esto implica que “dado el tiempo suficiente se producirá cualquier cosa”. Se comienza en unas cuantas moléculas libres, y tras millones de años, se puede esperar que se conviertan en un animal pluricelular, incluso en un hombre. El darwinismo, lógicamente, necesita ser un proceso largo, pues implica una transformación gradual e ilimitada, con múltiples pasos intermedios. Y debe ser ascendente (p.ej. “la ascensión al monte Improbable” Richard Dawkins) en términos de aumento de energía, complejidad e información, pero todo ello, sin ningún propósito o ‘relojero’ que guíe el proceso.

Podemos imaginar el siguiente experimento: en una caja hermética introducimos 32 bolas blancas y 32 bolas negras, la cerramos, agitamos durante unos segundos, la abrimos y observamos la configuración resultante. ¿Están ahora las 32 blancas agrupadas en un lado, y las 32 negras en otro?, ¿Están colocadas alternativamente en arlequín como en el tablero del ajedrez?. Seguro que no. Podemos repetir el experimento millones y millones de veces. Por un proceso natural, jamás encontraremos una configuración provista de orden, y esto es así, no porque no tendremos la suficiente paciencia para realizar los intentos que se requerirían, sino ¡porque las leyes de la ciencia no lo permiten!.

El evolucionismo darwinista, con los siete postulados indicados, es la creencia en que esa imposibilidad científica sucede una, dos,… y miles de veces. Este es su error congénito, la evolución requiere un incremento natural en el orden de un sistema cerrado y ello viola la Segunda Ley de la Termodinámica. Porque eso no se da nunca en nuestro mundo: los objetos se deterioran, el hierro se oxida, las frutas se pudren, los animales envejecen, los organismos decaen… nunca sucede (de forma natural) lo contrario.

Un error anticientífico del mismo orden que el darwinismo fue “el móvil perpetuo”, por parte de quienes en el pasado pretendían crear una máquina que se autoabasteciera continuamente de su propia energía. Esta hipótesis también violaba la Segunda Ley, por lo que fue desterrada definitivamente del dominio de la ciencia.

Un organismo vivo es bastante más complicado que un sistema termodinámico cerrado, pero no por ello deja de estar sometido a las leyes de la termodinámica. Para producir orden en un sistema es necesario la intervención conjunta de tres cosas:

  1.  Una fuente de energía exterior, en otras palabras, el sistema debe ser abierto y accesible a una fuente energética. Una persona, por ejemplo, necesita alimentarse. 

  2. Una estructura apropiada que actúe como máquina de conversión de energía. Siguiendo con el ejemplo, la persona puede utilizar las manos y dedos para manipular los objetos.

  3.  Una inteligencia para dirigir la máquina anterior en la dirección adecuada. En la persona sería el cerebro. Sin embargo para la evolución fallan los tres primeros postulados, por lo que hay que considerarla imposible y fuera de la ciencia.

La evolución como religión.
 
Si la evolución es algo que no ha sucedido nunca, ni puede suceder jamás por ser científicamente imposible y , además, por estar probada su falsedad… entonces ¿por qué hay personas todavía creyendo ciegamente en ella?. Pues, como demuestra R. G. Elmendoff, porque es una religión.

Según Elmendoff, una religión se podría definir como una cosmovisión, mantenida por fe en ella, identificada con alguna autoridad, y tal que sus fieles la expresasen en forma de culto y/o adoración. En este sentido, religión es una creencia en que ciertas cosas del mundo y de la vida son ciertas, y tiene una última autoridad (un dios) a la que se apela para explicar todo.

A pesar que la evolución dice ser atea (no necesita un relojero) realmente sus fieles disponen de multitud de dioses para escoger.
Humanismo ……….….. el hombre como dios.

Totalitarismo……..….. el estado como dios.
Materialismo…….. …… los bienes materiales como dios.
Cientifismo………….….. la ciencia como dios.
Modernismo…………..… lo novedoso como dios.
Panteísmo…….…….….. la naturaleza como dios.
Temporalismo…….….. el tiempo como dios.
Fatalismo………………... el azar como dios.

Estos tres últimos, sobre todo, son admirados y venerados por los evolucionistas: la naturaleza, los millones de años y el azar. El tiempo obra milagros, siendo capaz de hacer de un proceso irreal, imposible, que va contra las leyes de la naturaleza… sacar fortuitamente objetos reales.

La evolución tiene un sistema propio de creencias, y como no puede ser observada y no es compatible con la ciencia, sus fieles se limitan a tener fe ciega en ella. Y, en fin, la evolución genera celo misionero, el credo de los evolucionistas es que “la evolución es un hecho”, que no sólo se lo repiten incansablemente entre ellos mismos sino a todo el que se cruza en su camino, y hay grupos fanatizados que operan en las instancias públicas para esta causa, haciendo propaganda agresiva de la evolución en la educación, en los medios informativos, etc.

NOTAS

1. En este blog hay un vídeo (ver No evolution) en que se dan respuestas a estas cuestiones.

2. Esta ley termodinámica es de un carácter tan absoluto que en la física se suele expresar con letras mayúsculas. Los evolucionistas están esperando encontrar algún caso en que en este mundo la Segunda Ley se vea fallar, cosa que nunca ha sucedido, y mientras tanto puede decirse que es imposible que falle.

miércoles, 12 de mayo de 2010

La Tierra está sólidamente fija en el espacio

Pusiste la Tierra sobre sus bases
para que ya nunca se mueva de su lugar
(Sal 104, 5)



El experimento de Sagnac

Todos los libros que explican la teoría de la Relatividad de Eintein suelen comenzar con un análisis de los experimentos de Aragó, Fresnel, Airy, Bradley, Michelson-Morley, etc. con sus presuntos intentos fallidos por detectar el éter luminífero. A continuación dan paso al salvador del heliocentrismo, Albert Einstein, con sus postulados: No hay éter, la luz viaja siempre a velocidad c en todo sistema inercial, no hay movimiento absoluto, las longitudes de los cuerpos encogen, su masa se incrementa, la duración del tiempo cambia… Pero ningún libro enseña el experimento que en 1913 realizó el físico francés George Sagnac. Evidentemente no quieren perturbar a los estudiantes con dudas hacia el dogma de la Relatividad[1].



En la imagen de arriba está el esquema del interferómetro que ideó Sagnac. La luz que sale de una lámpara pasa a través de un espejo semi-transparente, se divide, y los dos rayos pasan –en direcciones opuestas- por otros 3 espejos, para finalmente converger nuevamente en el semi-transparente, y finalmente la luz no coherente ser recogida en la pantalla de interferencias. Todo el conjunto está situado en una plataforma que rota a 2 revoluciones por segundo sh (sentido horario), para cambiar después a 2 rps sch (sentido contra-horario). Se trata de observar si hay desplazamiento de las franjas de interferencia.


Básicamente, la diferencia con el experimento de Michelson-Morley es que en el de éstos los rayos recorrían en uno y otro sentido un diámetro de la plataforma fija, para detectar la velocidad lineal de la tierra (o la del viento de éter). Ahora en el de Sagnac los rayos que convergen en la placa recorren un circuito (circular), y pretende detectar la velocidad angular ω de la tierra (o del firmamento en torno a la tierra). Pues uno de los rayos estará girando a favor de ω y tardará menos tiempo en alcanzar la placa. Si se emite luz con la plataforma en reposo no se detecta desplazamiento de las franjas, tal como en el experimento de Michelson-Morley. Pero piensa Sagnac que con el sistema rotando como un todo con respecto al éter, el tiempo que tardará la luz en recorrer dos puntos debería ser alterado de igual manera que si el aparato estuviera inmóvil y sometido a la acción del viento de éter.


Sagnac al realizar su experimento encuentra, en efecto, que el rayo que viaja hacia los espejos que se ‘alejan’ tarda más en llegar que el rayo que viaja hacia los espejos que se ‘acercan’. No aprecia en los resultados, sin embargo, una velocidad de giro para la tierra, por lo que cataloga a su propio experimento como “nulo” al igual que el de Michelson-Morley. Aunque Sagnac no fue consciente de ello, acababa de encontrar un resultado que contradecía a la teoría de la Relatividad, un rayo de luz viaja a más velocidad que otro rayo, medidos ambos en un mismo sistema[2]. Pero además, este resultado –ahora llamado “efecto Sagnac”- es una prueba de la existencia del movimiento absoluto (la luz no tiene una velocidad constante a menos que se mida en un sistema en reposo absoluto). Y por supuesto, es una demostración, ¡otra más!, de que la Tierra está fija en el espacio, pues ella es el Sistema en reposo absoluto (Sal 104,5). Dios la afirmó para que no se mueva jamás (Sal 93,1).

El experimento Michelson-Gale.

Michelson se debió quedar estupefacto ante el experimento de Sagnac, y en el fondo, como todo heliocentrista, no daba crédito al resultado. Así que en 1925 decidió hacer por su cuenta este mismo experimento pero con un aparato mucho más sofisticado. Como nuevo colaborador tuvo a Henry G. Gale, pues Morley había fallecido en 1923. Para eliminar la distorsión que podía producir el aire, Morley y Gale ensamblaron un interferómetro como el de arriba pero el circuito para viajar la luz era una tubería llena de agua de una milla de longitud. Ellos, al contrario de Sagnac, no utilizaron una plataforma giratoria[3], pues consideraron que la rotación sería la propia de la tierra. Y efectivamente, en su experimento hallaron que la luz atravesando el circuito en sch se retardaba. El desplazamiento de las franjas que observaron fue más bien pequeño, una media de 0.26 franjas, que equivalía al 2% de la velocidad ω. Ahora aparecían pruebas evidentes de que la luz sí viajaba a través de un éter luminífero. Con ello, la alegre conjetura de que la Tierra se desplazaba a 30 km/s alrededor del sol, así como la teoría de la Relatividad, deberían haber quedado refutadas para siempre… si hubieran sido científicos honestos. Sin embargo, Michelson se limitó a afirmar cínicamente: “Todo lo que podemos deducir de este experimento es que la tierra rota en su eje”[4], lo cual es incierto pues 1º el experimento no distinguía entre la tierra rotando contra el éter o el éter rotando contra la tierra; 2º el valor numérico no coincidía con la velocidad de giro de la tierra (era sensiblemente menor[5]); y 3º Michelson sí podía deducir algo más, a saber, que el experimento de Michelson-Morley de 1887 no había sido fallido sino que confirmaba una velocidad nula para el movimiento traslacional de la tierra.

NOTAS


1. Es muy difícil encontrar hoy los experimentos de Sagnac y Michelson-Gale en los libros, por ejemplo en el A.P French del MIT “Curso de Relatividad Especial”, que se utilizaba en la universidad, no mencionan ni una palabra de ellos.
2. Para defender la Relatividad, Einstein et al dieron explicaciones ad hoc como que ésta no puede aplicarse a sistemas en rotación. Pero el resultado del experimento de Sagnac aceleró la decisión de Einstein de ampliar la Relatividad (RE) a la Relatividad General (RG). Lamentablemente para Einstein, cuando su RG estaba completada matemáticamente, resultó que fallaba también para explicar este efecto. La reacción de Einstein fue ignorar el experimento de Sagnac y continuar con lo suyo como si no pasará nada.
3. Herbert Ives en 1938 demostró analíticamente que el efecto Sagnac podía realizarse sin una plataforma en rotación, pues es la rotación terrestre (o del éter) la que produce el efecto.
4. Citado por A.H. Compton, en “The Master of Light” p. 310.
5. La tierra rotando sobre su eje sería tendría una velocidad ω=2π/86400, sin embargo si es el éter el que gira sobre el eje NS terrestre, esta ω del viento de éter variaría con la distancia a la superficie, siendo muy inferior en la superficie terrestre (como sucede con un barco que está en el ojo de un huracán) y aumentando con la altura sobre el nivel del mar. Lo que realmente Michelson-Gale detectaron era precisamente el leve ‘viento de éter’ sobre la superficie de la tierra y no la rotación de ésta.

jueves, 6 de mayo de 2010

La verdadera historia de la Creación



El término ‘Creacionismo’ se utiliza hoy en sentido peyorativo, con una intención de presentar la inferioridad de la visión cristiana anticientífica que se opone a la visión científica de la evolución darwinista. Este sentido ateo del Creacionismo está equivocado, por no decir que es insidioso, y ahora nos vemos obligados a emplear muchos esfuerzos y tiempo en aclararlo.

domingo, 2 de mayo de 2010

¿San Maximiliano Kolbe patrón de los creacionistas?

¿San Maximiliano Kolbe patrón de los creacionistas?


Si hubiera que elegir un santo como patrón de los creacionistas –que tanto necesitaríamos en estos atribulados tiempos- habría muchos candidatos, una de ellas sería santa Hildegarda de Bingen que yo la he tomado como protectora de mi blog, a quien el Señor le narró los arcanos de la creación con una precisión que supera a todo lo descubierto por todos los científicos de la historia. Pero el santo que en estos momentos, por decirlo así, lidera la lista de los candidatos es san Maximiliano Kolbe, pues con buenas razones ha sido elegido su patronazgo para el Centro de Estudio de la Creación por un grupo internacional de científicos católicos (la URL está en mi lista de links). Por eso os preguntareis qué ha hecho por el creacionismo y contra la perversa herejía del evolucionismo este santo mártir, vilmente ajusticiado por los nazis. Pasemos a repasarlo.