jueves, 29 de abril de 2010

El experimento nulo de Michelson y Morley

El experimento nulo de Michelson-Morley

Tras el sorprendente resultado del experimento de Airy, el físico Albert Michelson ideó un ingenioso aparato con el objetivo de evidenciar de manera definitiva el presunto movimiento de la Tierra a través del éter. En el diagrama de arriba podemos ver de manera esquemática los principios del llamado “Interferómetro de Michelson”. Se emite luz coherente amarilla desde un foco, parte de ella se desvia hacia un espejo (trazo azul), y parte sigue hasta el otro espejo (trazo verde) situado a igual distancia. Los haces de luz procedentes de ambos espejos convergen en el detector, pero las distancias recorridas no son las mismas (el espejo de la derecha se mueve, con la totalidad de la Tierra, a velocidad v = 30 km/s [1], y acorta la distancia), por tanto, al no estar sincronizados producirán franjas de interferencia. Evidentemente, para medir variaciones tan pequeñas, los espejos deberían estar situados a distancias invariables, algo casi imposible de lograr pues una levísima vibración del suelo perturba estas distancias. Sin embargo, al hacer rotar un cierto ángulo α toda la plataforma se podría contrarrestar los retardos por errores instrumentales o por perturbaciones externas. No se trataba, entonces, tanto de detectar franjas de interferencia, como de observar el desplazamiento de estas franjas al hacer girar el aparato. Si la tierra se movía respecto al éter el aparato estaba ciertamente capacitado para detectarlo.

En 1881, Michelson llevó a cabo el primer experimento, lo hizo él solo. Alexander Graham Bell, famoso inventor del teléfono, fue quien le financió los costes de la construcción del interferómetro. Usando luz de λ = 600 nm, y suponiendo v= 30 km/s, Michelson esperaba encontrar un desplazamiento de las bandas de 0.04 de la anchura de una franja, incluso si a esa velocidad v se le asociaba la velocidad del sol en su movimiento hacia la constelación Hércules –tal como se pensaba en aquel tiempo-, el desplazamiento podría llegar hasta 0.10 de franja. Michelson realizó el experimento, y rotó una y otra vez el aparato, pero no encontró el desplazamiento que esperaba. Con cierta amargura dejó escritas sus conclusiones:  

La interpretación de estos resultados es que no hay desplazamiento de las bandas de interferencia. El resultado de la hipótesis de un éter estacionario queda así demostrado ser errónea. Esta conclusión contradice directamente la hipótesis de la aberración que ha sido generalmente aceptada hasta ahora, y que presupone que la tierra se mueve a través del éter, permaneciendo éste último en reposo.[2]
Así pues, para desgracia de los heliocentristas, Michelson confirmaba el resultado de Airy, y por el contrario, rechazaba la hipótesis de Fresnel y Fizeau que suponía a la Tierra desplazándose a través del éter a v = 30 km/s.

El experimento de 1887. Michelson y Morley.


Aún así Michelson no se quedó satisfecho con ese resultado de 1881, y decidió repetirlo en 1887, esta vez junto a Edward Morley. Para ello mejoraron el interferómetro, incrementando considerablemente la distancia a recorrer por la luz, y colocando la plataforma sobre una balsa de mercurio para minimizar las perturbaciones exteriores. Está vez el interferómetro era mucho más preciso, con ello esperaban ver un desplazamiento de 0.40 de franja, frente al máximo de 0.1 del caso anterior. La financiación del aparato les llegó de la N.A.S (National Academy of Sciences) [3]. Pero el resultado del experimento volvió a ser tan negativo como el anterior. Incluso repitieron el experimento un sinnúmero de veces, a diversas altitudes, orientaciones del instrumento, hora del día o estación del año. No encontraron el desplazamiento de bandas esperado. Definitivamente el experimento pasó a llamarse “el experimento fallido” de Michelson y Morley. Las conclusiones fueron:
El experimento sobre el movimiento relativo de la tierra y el éter ha sido completado, y el resultado es manifiestamente negativo. La desviación esperada de las franjas debería haber sido de 0.40 de franja –el máximo desplazamiento observado fue de 0.02 y la media menor a 0.01, y no en el lugar correcto[4]- Como el desplazamiento es proporcional a los cuadrados de las velocidades relativas, se sigue que si el éter se desliza (parcialmente) al paso de la tierra, la velocidad relativa es menor que un sexto de la velocidad de la tierra[5].
Un experimento científico diseñado y financiado específicamente para confirmar la hipótesis de Copérnico, Galileo, Kepler y Newton había fallado clamorosamente. Ahora los científicos –si eran honestos- tenían que escoger prudentemente entre una de estas cuatro posibilidades: 1) la Tierra pasa a través del éter sin una influencia apreciable; 2) la longitud de todos los cuerpos se ve alterada al moverse a través del éter; 3) la Tierra en su movimiento arrastra consigo al éter; 4) el sistema geocéntrico es correcto[6].

Ante la aversión general a la opción 4, sólo un científico del siglo XX la defendió abiertamente, el holandés Walter Van der Kamp [7], quien afirmó lo siguiente:

Michelson aparece como un creyente Copernicano fundamentalista … en su estrecha visión de agnóstico no hay lugar para la posibilidad número cuatro, … sin embargo una visión geocentrista para cualquier científico con los pies en el suelo, le hubiera servido como explicación viable a todos los enigmas encontrados,… pero en la mente condicionada de Michelson, el corolario obvio, la simple hipótesis del geocentrismo, no tenía cabida ni en el último rincón de su cabeza…
Efectivamente la posibilidad “número 4” era tabú, no sólo para Michelson sino para todo el conjunto de científicos heliocentristas que ya entonces acaparaban las cátedras universitarias. El matemático y filósofo Henry Poincaré denominó la situación en que quedaba la ciencia tras el experimento fallido de Michelson-Morley como “segunda crisis”, teniendo en mente la “primera crisis” que había sido la aceptación del sistema de Copérnico, pero irónicamente –señala Robert Sungenis- esta “segunda crisis” no sirvió a la Ciencia para dar un giro de 180 grados y admitir que estaba equivocada, como había sucedido en la “primera crisis” con la revolución copernicana. Porque se hizo de todo, con tal de no admitir la equivocación. Se escogió, prácticamente al azar, la posibilidad número 2, a la cual se le llamó “la hipótesis de la contracción de Fitzgerald-Lorentz”, que más tarde permitiría a Albert Einstein establecer en 1905 los principios de la Relatividad Especial, una teoría que ni el propio Einstein creía en ella, pero que servía al heliocentrismo de hacer el retrogiro de 180 grados. Yo asumo aquí también la siguiente sentencia de Robert Sungenis dirigida a todos ellos:

Si ustedes quieren creer que al moverse un objeto, las longitudes encogen, su masa se incrementa, y la duración del tiempo cambia, con tal de poder explicar las anomalías del experimento de Michelson-Morley…, es vuestra responsabilidad el hacerlo, pero yo considero para mí, que la longitud, masa y tiempo permanecen invariables y la Tierra se encuentra inmóvil, con velocidad nula, y el decir esto es tan científico como lo que ustedes dicen.
NOTAS:
1. Si la Tierra arrastrara en su presunto movimiento al éter, como es el caso de un vehículo que arrastra con él al aire de su interior, la v sería la velocidad del “viento del éter luminífero”, que es como era costumbre hablar en aquel tiempo.
2. Albert A, Michelson. “The relative motion of the Earth at the Luminiferous ether”, The American Journal of Sciences. 1881, N. 22, vol. 3, p. 128.
3. La N.A.S. ha sido históricamente un organismo americano netamente antireligioso y proevolucionista, su patrocinio al experimento revela que había gente influyente interesada en que el resultado tuviera un determinado signo.
4. Atención a este dato, porque, como explicaremos en otro momento, aquí está la clave de la Tierra fija en el espacio y el firmamento girando a 2π/86400 s-1.
5. Carta de Michelson fechada el 17 de agosto de 1887, de los archivos de Lord Rayleigh.
6. Las tres primeras habían sido resumidas por Loyd Swenson. La ‘número 4’, la popularizó Van der Kamp en “De Labore solis”.
7. W. Van der Kamp nació en Holanda, pero vivió gran parte de su tiempo en Canadá. Fue el fundador de la Tychonian Society. Durante toda su vida fue un gran defensor del geocentrismo, su obra más célebre sobre el tema es “De Labore solis”.

viernes, 23 de abril de 2010

La sabiduría de san Roberto Belarmino

El cardenal S. Belarmino frente al Modernismo de Galileo

En 1613, en el trascurso de un banquete, un pupilo de Galileo, el joven monje y profesor de Matemáticas de la Universidad de Pisa, Fr. Benedetto Castelli, estuvo envuelto en una discusión con la Duquesa Cristina de Lorraine. La Duquesa, apoyada por un profesor de filosofía, se oponía a la teoría de Copérnico –defendida por Fr. Castelli– porque era contraria a la Sagrada Escritura. Fr Castelli a duras penas pudo contestar a la duquesa y al filósofo, y entonces solicitó ayuda a su maestro, Galileo, quien posteriormente escribió una larga y elaborada carta, la llamada “Carta a Castelli”[1], en la que expresaba su opinión personal sobre las relaciones entre la ciencia y la religión.


En esta carta, Galileo aparece como el primer modernista [2], por su forma de distorsionar las Sagradas Escrituras para llevarlas a adecuarse a sus propias opiniones, y sus opiniones son siempre las derivadas en sus prácticas en las ciencias físicas. Galileo se ocupa en hacer la distinción entre los sentidos espiritual y físico en la Escritura, manteniendo que el espiritual podría ser cierto y el físico falso o irrelevante sin afectar a la integridad de la inerrancia de la palabra de Dios [3].

Poco después, otro fraile, el carmelita Paolo Antonio Foscarini, también de la escuela modernista de Galileo, escribió un tratado de 64 páginas defendiendo la compatibilidad del sistema de Copérnico con la Sagrada Escritura. Este libro fue condenado por la Congregación del Índice. El Cardenal san Belarmino escribió una carta a Fr. P. A. Foscarini que es un modelo de sabiduría sobrenatural y prudencia. Aquí la transcribimos entera, para honrar a este Cardenal tan injuriado y mancillado por la progresia y los modernistas actuales:



He leído atentamente la carta [4] en italiano y el tratado que Su Reverencia me envió, y le agradezco a usted por ambas cosas. Y confieso que ambas están llenas de ingenio e ilustración, y puesto que me pide mi opinión, yo se la daré muy brevemente, pues usted tiene poco tiempo para leer y yo para escribir. Primero, a mi me parece que Su Reverencia y Galileo se complacen con hablar hipotéticamente, y no absolutamente, como yo siempre he creído que Copérnico hablara.

Decir que asumiendo que la tierra se moviera y el sol permaneciera fijo, todas las apariencias quedan mejor que con excéntricas y epiciclos, es hablar bien; no hay ningún peligro en esto y es ello suficiente para los matemáticos. Pero querer afirmar que el sol realmente está fijo en el centro de los cielos y únicamente revoluciona alrededor de sí (girando a través de su eje) sin viajar de este a oeste, y que la tierra está situada en la tercera esfera y revoluciona con gran velocidad en torno al sol, es una cosa peligrosa, no sólo por irritar a todos los filósofos y teólogos escolásticos, sino también por injuriar nuestra Santa Fe y suponer falsas las Sagradas Escrituras. Su Reverencia ha demostrado muchas formas de explicar la Sagrada Escritura, pero no las ha aplicado en particular, y sin duda usted lo habría encontrado eso más difícil si hubiera intentado explicar cada uno de los pasajes que usted mismo ha citado.

Segundo, como ya usted sabe, el Concilio (de Trento) prohíbe explicar las Escrituras de forma contraria al común consenso de los Padres de la Iglesia. Y si Su Reverencia leyera no solo a los Padres sino también los comentarios de los escritores modernos al Génesis, Salmos, Eclesiastés y Josué, encontraría que todos concuerdan en explicar literalmente (ad litteram) que el sol está en el firmamento y se mueve lentamente alrededor de la tierra, y que la tierra está lejos de los cielos y permanece inmóvil en el centro del universo. Ahora considérese si la Iglesia podría atreverse a dar a la Escritura un sentido contrario al de los Padres y al de todos los comentadores latinos y griegos. No puede responderse que esto no es una materia de fe desde el punto de vista del sujeto material, pues lo es en la parte de aquellos que han hablado.

Tercero. Yo digo que si hubiera una verdadera demostración de que el sol está en el centro del universo y la tierra en la tercera esfera, y que el sol no viajara alrededor de la tierra, sino que la tierra circulara el sol, entonces podría ser necesario proceder con gran cuidado al explicar los pasajes de la Escritura que parecen contrarios, y deberíamos más bien decir que no los comprendimos, antes que decir que alguno era falso como se ha demostrado. Pero yo no creo que hay una tal demostración; ninguna me ha sido mostrada.

No es la misma cosa mostrar que las apariencias son salvadas asumiendo que el sol estuviera en el centro y la tierra en los cielos, como demostrar que el sol está realmente en el centro y la tierra en los cielos. Yo creo que la primera demostración podría existir, pero tengo graves dudas sobre la segunda, y en caso de duda, uno no puede apartarse de las Escrituras como son explicadas por los santos Padres.

Y añado que las palabras “el sol se levanta y el sol se pone, y se apresura a llegar al lugar de donde surgió, etc.” fueron las de Salomón, quien no sólo hablaba por inspiración divina sino que además era un hombre sabio por encima de los demás y el más erudito en las ciencias humanas y en el conocimiento de todas las cosas creadas, y su sabiduría procedía de Dios. Así que tampoco es probable que hubiera afirmado algo que era contrario a la verdad ya demostrada o posible de ser demostrada. Y si usted me dice que Salomón hablaba únicamente de acuerdo a las apariencias, y es que nos parece que el sol viaja alrededor nuestro cuando realmente es la tierra la que se mueve, así como parece a uno que va en una barca que la playa se aleja de la barca, yo le responderé que quien parte de la playa, a pesar que le parezca a él como si la playa se alejase, él sabe que está en un error y lo corrige, viendo que la barca se mueve y no la playa. Pero con respecto al sol y la tierra, ningún hombre sabio necesita corregir el error, puesto que claramente experimenta que la tierra está quieta y que su ojo no le engaña cuando enjuicia que se mueve el sol, al igual que no le engaña cuando enjuicia que la luna y las estrellas se mueven.


Y esto es todo por el presente. Saludo a Su Reverencia y pido a Dios que le otorgue felicidad.


Fraternalmente,


Cardenal Belarmino


12 de Abril de 1615
NOTAS


1. La “Carta a Castelli” circuló mucho en su tiempo, y produjo gran controversia. Posteriormente, Galileo escribió otra similar, pero algo más moderada, dirigida a la Duquesa Cristina de Lorraine.
2. Paula Haigh en “Galileo’s Heresy”. http://www.catholicapologetics.info/modernproblems/evolution/
3. Un error modernista, muy común hoy en la Iglesia, pero que no concuerda con el Magisterio, por ejemplo: «…todos los libros que la Iglesia recibió como sagrados y canónicos están escritos totalmente y enteramente, con todas sus partes, al dictado del Espíritu Santo; y está tan lejano de ser posible que cualquier error pueda coexistir con la inspiración, ya que la inspiración no sólo es esencialmente incompatible con el error, sino que lo excluye y lo rechaza tan absolutamente y necesariamente como es imposible que Dios mismo, la suprema Verdad, pueda pronunciar aquello que no es verdad» (León XIII en Providentissimus Deus 1893).
4. Se refiere a la “Carta a Castelli”.

martes, 13 de abril de 2010

Los halos de polonio como prueba de una Tierra jóven

(Po214 en biotita, imagen de "Creation's Tiny Mystery, by R.V. Gentry)



Una demostración (por ahora no refutada) de la corta edad de la Tierra ha sido dada por el físico Robert Gentry[1]. El granito es una roca ígnea plutónica constituida esencialmente por cuarzo, feldespato y mica. Es la roca más abundante de la corteza continental, y sería, según la visión evolucionista, el producto de la solidificación lenta y a muy alta presión, durante millones de años, de magma terrestre con alto contenido en sílice producto de la fusión de las rocas que forman los continentes, sometidas al calor del manto terrestre en la parte inferior de éstos[2].

Gentry, trabajando en el Oak Ridge National Laboratory, ha estado estudiando el granito durante años, y ha encontrado varias (no sólo ésta de los halos) pruebas de una corta edad de la Tierra. Al diseccionar las rocas de granito se puede observar que están compuestas de una estructura cristalina muy densa. Dentro se entremezclan cristales de cuarzo y de mica. Los cristales de mica, que se desprenden fácilmente con la ayuda de una navaja, si se les observa con un microscopio, pueden verse que están formados de numerosas estructuras anulares llamadas “halos”. Por lo general hay un núcleo central que en un tiempo tuvo material radiactivo, pero que fue desprendiendo las consiguientes partículas α (núcleos de He) y ha quedado petrificado en los sucesivos anillos exteriores, según la secuencia completa de decaimiento radiactivo. Los científicos pueden conocer con exactitud qué material padre causó tales halos midiendo los anillos. En el diagrama de la izquierda se ve la secuencia típica de un halo: U-238, U-234, Th-230, Ra-226, Rn-222, Po-218, Po-214, Po-210. Esta estructura identifica al isótopo radiactivo Polonio-218 como el causante principal de esos halos de la mica. Lo sorprendente aquí es que el Polonio-218 tiene una existencia fugaz, su presencia en el granito refuta la tesis evolucionista de la formación de las rocas como un conglomerado fundido enfriándose durante eones. Ya que el Polonio-218 sólo tiene un periodo de vida de 3 minutos, si la roca se hubiera enfriado lentamente (incluso durante un intervalo de 2 horas) todas las trazas del elemento se hubieran disipado y no se observarían halos.
Una pizca de polonio radiactivo en una roca fundida se puede comparar a un trocito de Seltz alcalina introducida en un vaso de agua. El comienzo de la efervescencia equivaldría al momento en que los átomos de polonio comienzan a emitir núcleos de He. En la roca fundida los residuos de esas partículas radiactivas desaparecerían tan rápidamente como las burbujas de Seltz del interior del agua. Pero si el agua fuera congelada instantáneamente, entonces las burbujas quedarían también allí aprisionadas dentro del hielo. Algo así, tal como explica Robert Gentry, fue lo que sucedió con estos halos de polonio, que permanecen como una innegable evidencia de que una cantidad de materia primordial de la Tierra quedó "cristalizada" en el interior del granito sólido. La existencia de estos halos de polonio, por tanto, implican que nuestra Tierra fue formada en un brevísimo intervalo de tiempo, en concordancia con lo narraado en el primer capítulo del Génesis.


En realidad, el asunto de los halos está aquí muy simplificado, el uranio radiactivo se descompone siguiendo una secuencia de pasos intermedios, cada uno de los cuales tiene su característico nivel de energía. Si la inclusión radiactiva reside en una estructura cristalina bien formada, como por ejemplo en el mineral biotita (una forma de mica que se halla frecuentemente en las rocas graníticas), es cuando se observa claramente los rastros formando una serie de esferas concéntricas en torno a la inclusión, cada una indicando un paso de la descomposición del material padre. Varios de estos pasos intermedios corresponden isótopos con semividas extremadamente cortas. Sorprendentemente, a veces unos halos característicos de los isótopos de polonio se encuentran sin los consiguientes halos de uranio, de más lenta formación, mostrando ningún rastro del conglomerado padre de uranio. Aparentemente, allí en el centro no hubo nunca uranio, y el conglomerado original debió haber sido sólo de polonio (llamado "polonio huérfano"). Se creía que el granito necesitaba muchísimos años para que se formaran estructuras cristalizadas, ya que la solidificación se produce al llegar a una temperatura por debajo del punto crítico. Puesto que los isótopos de polonio tienen tan corta semivida, sería increíblemente improbable la formación de halos de polonio sin la presencia de material padre. Esto ha llevado a Robert Gentry a especular que los granitos fueron instantáneamente creados con las inclusiones de polonio presentes, las cuales posteriormente se habrían descompuesto.


Para conocer más sobre los halos de polonio podéis acudir a la web de Robert Gentry, http://www.halos.com/

 NOTAS:
1. Robert Gentry es autor del libro "Creation's Tiny Mistery".
2. Según está indicado en Wikipedia .

lunes, 5 de abril de 2010

La doctrina Católica de la Creación Especial

Hasta finales del siglo XVIII, la interpretación literal de Génesis 1-11 representaba la enseñanza común de la Iglesia sobre la materia de los orígenes del universo y del hombre. De acuerdo a ella, Dios creó todas las cosas desde la nada en sí o desde la nada subyacente (ex nihilo sui et subiecti). Ex nihilo sui, desde la cosa que anteriormente no era, no estaba, no poseía el "ser". Ex nihilo subiecti, desde allí donde nada se presupone ser o estar subyacente con anterioridad, y de lo cual se habría podido sacar la acción agente, o construir alguna de sus partes constitutivas. La totalidad de las distintas clases de seres vivientes (su naturaleza), incluida la humana, fue así creada por su fiat hace unos 6000 años. Más tarde, mucho después de la Caída de Adán y Eva, Dios dispuso un diluvio global que dió origen al surgimiento del registro fósi. Durante la historia de la Iglesia, varios elementos de esta doctrina de la Creación Especial han sido enseñados ininterrumpidamente por el Magisterio. Aquí abajo hacemos un sumario de los principales puntos de esta doctrina:

  •  En el principio Dios creó todas las cosas "en sus completas sustancias " desde la nada (ex nihilo). (Concilio IV de Letrán, Concilio Vaticano I).
  •  El Génesis no contiene mitos purificados (Pontificia Comisión Bíblica 1909) [1].
  •  El Génesis contiene historia real —da cuenta de cosas que sucedieron realmente (Pío XII).
  •  Adán y Eva fueron seres humanos reales —los primeros padres de toda la humanidad (Pío XII).
  •  El Poligenismo (muchos "primeros padres") contradice la Escritura y la Tradición por lo que es condenable (Pío XII; Catecismo, año 1934, 360, nota 226).
  •  El comienzo del mundo incluyó la creación de todas las cosas, la creación de Adán y Eva y la Caída (Papa Inocencio III; Papa Pío IX en Ineffabilis Deus)
  •  El cuerpo de Eva fue especialmente creado a partir de una porción del cuerpo de Adán (León XIII)
  •  En la Biblia se entienden varios sentidos, pero el sentido literal obvio debe ser mantenido a menos que se demuestre que éste es imposible o insostenible (León XIII, Providentissimus Deus).
  •  Adán y Eva fueron emplazados en un paraíso terrenal y no habrían conocido la muerte si ellos hubieran permanecido obedientes (Pio XII).
  •  Después de desobedecer a Dios, Adán y Eva fueron arrojados fuera del Jardín del Edén. Pero la Segunda Persona de la Trinidad subsecuentemente tendría que pagar el rescate por el hombre caído (Credo Niceno).
  •  El pecado original es la condición defectuosa humana heredada de Adán y Eva (Concilio de Trento).
  •  El Universo entero sufre padecimientos desde el momento del pecado de desobediencia de Adán y Eva (Romanos 8, Concilio Vaticano I).
  •  Debemos creer cualquier interpretación de la Escritura que los Padres de la Iglesia enseñaron unánimemente en materia de fe o moral (Concilio de Trento, Concilio Vaticano I).
  •  Todos los Padres que escribieron sobre el tema de los Orígenes pensaban que los días de la Creación no tenían una duración superior al día de 24 horas (Consensus de los Padres de la Iglesia).
  •  La obra de la Creación fue terminada con el final del Sexto Día, y desde entonces, ya nada completamente nuevo ha sido creado -exceptuando cada alma racional humana en el momento de la concepción (Concilio Vaticano I).
  •  San Pedro y el mismo Jesucristo confirmaron en el Nuevo Testamento la inundación global por el Diluvio de Noé, que cubrió todas las entonces altas montañas y destruyó todas las criaturas que habitaban la tierra excepto ocho seres humanos y todas las clases de criaturas no humanas a bordo del Arca (Unam Sanctam, 1302).
  • La existencia histórica del Arca de Noé es considerado tan importante en tipología simbólica, como central en la Redención (Catecismo del Concilio de Trento, 1566).
  •  Ningún católico debe dudar de cuán falsas son las filosofías que contemplan la vida como una continua evolución (Pío XII, Humani Generis)
NOTA:
[1] En 1909, la PBC era todavía un órgano de la Iglesia..

sábado, 3 de abril de 2010

Argumentos evolucionistas para la edad de la Tierra

Como dice el físico Russell Humphreys, hay una doble ironía en la controversia creacionistas-evolucionistas sobre la edad de la Tierra, una mayoría de científicos -los evolucionistas- confían en una minoría de datos relevantes, sin embargo una minoría de científicos -los creacionistas- usan una mayoría de datos relevantes. Pero a esta ironía se añade otra emparentada con ella, la confusión de la gente de la calle que tiene la falsa impresión que es al contrario. Así es muy frecuente que estas personas desinformadas se pregunten: "Si hubiera esas fuertes evidencias, que vosotros indicáis, a favor de una tierra joven, ¿por qué la mayoría de científicos creen otra cosa?". Una buena pregunta, cuya respuesta es bien simple, aunque retorcida: la mayoría de científicos cree que la tierra es viejísima porque cree que la mayoría de los otros científicos cree que la tierra es viejísima. Un razonamiento débil, que lleva asociado una inseguridad propia del que duda de su conocimiento de un tema, como decía santo Tomás «Uno de poca ciencia está más cierto de lo que oye a un sabio que de lo que juzga él mismo con su propia razón...»[1]. Entonces la persona de poca ciencia en un tema determinado siempre tiende a delegar su opinión en lo que dicen de ese tema la mayoría de sabios (científicos de renombre, en este caso). Cuando la persona que delega su opinión es un científico, se dice que está utilizando un razonamiento circular, «Yo creo que esto es así porque la mayoría de los otros científicos cree que esto es así». O el eminentismo, «Yo creo que esto es así porque Fulano, que es una eminencia, cree que esto es así». Russell Humphreys, en creation.com, narra un claro ejemplo de ello con lo que sucedió en su conversación con un joven geoquímico de Sandia National Laboratories.

«Le presenté una simple evidencia para una edad joven del mundo, la rápida acumulación de sodio en los océanos. Era ideal, puesto que una parte de la geoquímica trata de los productos químicos en el océano. Yo quería comprobar cómo llegaría a explicar las posibles vías para que el sodio salga del mar con la rapidez suficiente para balancear la rápida entrada de sodio en el mar. El geólogo creacionista Steve Austin y yo buscábamos esa información para completar un artículo sobre ese asunto. Nosotros estuvimos insistiendo cerca de una hora, pero él al final admitió que no conocía ninguna forma de eliminación del sodio del mar con la rapidez suficiente. Esto significaría que el mar no podría tener una antigüedad de miles de millones de años. Al darse cuenta de esto dijo, "Puesto que nosotros conocemos por otras ciencias que el océano tiene una edad de miles de millones de años, algún proceso de eliminación del sodio debe existir". Yo entonces comencé a citarle algunas de las múltiples evidencias para una Tierra joven, pero él me interrumpió, reconociendo que desconocía casi todos esos datos, puesto que las publicaciones científicas de las que él dependía no mencionaban esos aspectos como significativamente importantes. Pero de ninguna manera quiso examinar por sí mismo las evidencias, porque, según dijo, "las personas en las que yo confío no aceptan la creación". Y cuando le pedí que me indicase alguno de esos científicos de su confianza, su respuesta fue: "Yo confío en Steven Jay Gould" (todavía vivía entonces Gould, un paleontólogo que ha sido considerado uno de los más afamados evolucionistas). De esta manera el geoquímico reveló su principal razón para creer que la tierra es muy vieja: "las personas en los que confío", es decir las 'autoridades científicas' lo habían declarado. Yo me quede sorprendido de que no viera la inconsistencia lógica de su propia posición. ¡Confiaba más en Gould que en los datos!».
Esta forma de razonar, que expone Russell Humphreys, está generalizada en el mundo de los evolucionistas y es muestra de una fe incorrecta, una fe que va en contra de la razón... Al contrario de la fe cristiana, que como incansablemente repite Benedicto XVI, es una fe racional. La fe, aunque no es fruto de la razón, tampoco debe ir contra ella, sino que debe colaborar con ella –es "cum ratione" según santo Tomás–. Debe estar basada en la 'credibilidad'[2] de aquello en lo que se cree (o se confía). Así como la indagación obliga a creer -si tras un estudio profundo de todas los datos nos conducen a una misma conclusión-; la fe, en cambio, no obliga a creer, pues no muestra la evidencia de lo creído, sino (a) la plausibilidad o/y (b) la seriedad del testigo o grado de autoridad que lo propone. Así los evolucionistas realmente están creyendo en cosas de plausibilidad nula (por ejemplo en la endogénesis, es decir, el surgimiento de vida desde la materia inerte). Además, los evolucionistas sólo escuchan a autoridades que les dicen lo que ellos quieren oír, sin hacer ninguna valoración de los aspectos a) y b).

En la web de Creation Ministries, pueden leerse más de 200 evidencias de una tierra joven. http://creation.com/age-of-the-earth
 
NOTAS:
[1] A esto añade santo Tomás: "con mayor motivo el hombre está más cierto de lo que oye de Dios, que no puede engañarse, que de lo que percibe con su propia razón, que puede engañarse".
[2] La credibilidad se opone a la credulidad (creer algo con escaso fundamento).